Trenzar. Revista de Educación Popular, Pedagogía Crítica e Investigación Militante
Nº7, Año 4, octubre 2021 – marzo 2022: 74-94
Red Trenzar: Santiago de Chile
ISSN (online) 2452-4301

ARTÍCULOS DE INVESTIGACIÓN


 

“Por la Tierra y con Sendic”. Notas sobre la experiencia de organización de los cañeros del norte de Uruguay y sus espacios de formación (1961-1971)[1]

“For the Land and with Sendic”. Notes on the organizational experience of sugar cane growers in the north of Uruguay and their training spaces (1961-1971)

 Juan Pablo Nardulli[2]

 

Recibido: 25 de Julio de 2021 / Aceptado: 25 de Noviembre de 2021

 

Resumen:

Este artículo presenta parte de los avances de una investigación independiente que pretende aportar algunos elementos a la reflexión en torno a experiencias de articulación entre militancia y educación en el Cono Sur. Se trata de la experiencia de organización y lucha de los trabajadores cañeros de Artigas, Uruguay, agrupados en la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA). Nos hemos propuesto enfocar la dinámica de sus espacios de formación vinculados al ciclo de marchas sobre la capital entre 1962 y 1971. A nuestro juicio la experiencia de UTAA constituye un caso poco estudiado que merece un lugar en la historia  de la educación popular latinoamericana. Nuestro trabajo se basa entre otras fuentes en testimonios de los mismos protagonistas que consideramos fuentes insustituibles en la investigación de procesos de organización popular.

Palabras claves:

Espacios de formación

Cañeros

Compañeros/as

Marchas

Organización

Uruguay

 

Abstract

This article displays the progress of an independent investigation which aim is to give a thought to social experiences that articulates education and political activism in the Cono Sur. It´s about the Artigas, Uruguay, cañeros´s experience of organization and fight at the Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA). We intend to focus on the dynamics of the formative spaces related to the period when rallys to the capital city took place between 1962 and 1971. The UTAA experience was barely studied but, from our point of view, deserves its place in Latinoamerica´s popular education history. Our research is based, among other sources, on testimonies of the leading actors themselves which we consider irreplaceable sources for an investigation of popular organization processes.

Key Words: formative spaces – cañeros – fellowship – rallys – political organization – Uruguay.

 

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Introducción

En América Latina organizaciones y agrupamientos que expresan la militancia social, política y sindical han venido desarrollando desde hace décadas en barrios, fábricas y asentamientos urbanos o rurales tareas de formación de dimensión y complejidad variada. La multiplicidad de estas experiencias y la falta de investigaciones sobre muchas de ellas abonan la imagen borrosa que la historiadora de la educación Adriana Puiggrós señala como una característica de la llamada educación popular latinoamericana cuyos elementos dispersos harían difícil articular coherentemente ese universo[3]. Corresponde a los historiadores e historiadoras colaborar en la tarea de completar un cuadro todavía incompleto. Este artículo pretende aportar en ese sentido presentando algunos elementos de nuestra investigación en torno a experiencias de articulación entre militancia y educación en el Cono Sur. En este caso se trata de la experiencia de organización y lucha de los trabajadores cañeros[4] de Artigas, Uruguay, agrupados en la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA) analizada como experiencia pedagógica. A nuestro juicio la experiencia de UTAA constituye un caso poco investigado que merece un lugar en la historia – aún en construcción – de la educación popular latinoamericana[5].

Uruguay es un país cuya población se ha concentrado centralmente en Montevideo y en centros urbanos menores. El registro de la conflictividad social ha puesto una particular atención en el espacio de los asalariados urbanos como sujeto de actividad social y política en el siglo XX. Sin embargo en los años sesenta tuvo lugar una serie de experiencias organizativas y de lucha de los trabajadores rurales que llamó la atención del país sobre sus condiciones de trabajo y de vida, una realidad que venía a contradecir el mito de la “Suiza de América”. A comienzos de los años sesenta la experiencia de organización y lucha de los trabajadores rurales del Uruguay tenía ya su propio recorrido[6]. Los trabajadores azucareros del norte del país, en el vértice conformado por el río Uruguay y la frontera con Brasil, concitaron la atención pública a partir de las marchas que atravesando el país denunciaban la explotación de la que eran objeto. Como fue el caso de otras organizaciones de trabajadores rurales de sobre la costa del río Uruguay la creación del sindicato cañero, la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA), corrió por cuenta de cuadros del Partido Socialista entre quienes se destacó Raúl Sendic, quien se constituiría más tarde en líder del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN).

Este artículo recoge parte de nuestra investigación sobre la experiencia de organización y lucha de UTAA pensada como experiencia de formación de nuevas subjetividades[7].  Hemos enfocado nuestra atención especial aunque no únicamente en las marchas cañeras que recorrieron el país con destino a Montevideo entre 1962 y 1971 para pensar la dimensión pedagógica de la experiencia cañera. El despliegue social de las marchas implicó una multiplicidad de  aprendizajes expresada en lo que llamaremos espacios de formación, espacios sociales de la praxis.  Enfocaremos desde esta perspectiva diferentes momentos del proceso cañero.

Recurrimos en nuestra investigación a fuentes que podemos considerar tradicionales en el trabajo del historiador: documentos oficiales, periódicos, comunicados de las organizaciones sindicales, etc. Sin menoscabo de las fuentes tradicionales, no obstante, pensamos que estas no siempre nos permiten un enfoque lo suficientemente afinado de ciertos aspectos de los procesos históricos de organización popular. Esto es más evidente si lo que intentamos investigar son aspectos de un proceso que sólo en parte ha sido recogido en registros documentales. Recurrimos entonces a las fuentes orales entendiéndolas como el producto de un trabajo que sigue las técnicas de la historia oral.[8]

   La bibliografía que hace referencia a la experiencia de UTAA en la etapa que nos interesa es diversa. Allí las referencias a las marchas cañeras sobre Montevideo resaltan su importancia. Entre los trabajos que enfocando temas más amplios destacan la importancia de las marchas encontramos los de Fernández Huidobro[9] y  González Sierra[10]. El muy interesante libro de Yamandú González Sierra sobre las organizaciones sindicales del campo uruguayo es una de las obras más completas sobre el tema. El trabajo aborda el desarrollo de las organizaciones de los trabajadores de la cuenca del río Uruguay entre las que se destaca UTAA por el protagonismo adquirido. Permite dimensionar la experiencia cañera como parte de la historia del sindicalismo uruguayo. Las referencias a las marchas incluyen aspectos importantes: el relamo concreto de cada una,  el recorrido, los apoyos que recogieron, etc. El trabajo de Eleuterio Fernández Huidobro, siendo fundamentalmente una historia del MLN, ofrece una atenta contextualización e importantes referencias al tratamiento que la prensa uruguaya desarrolló sobre la marcha de 1965. De características diferentes es el trabajo de Rosencof. Mauricio Rosencof[11], La rebelión de los cañeros, que ofrece como testigo de los acontecimientos una mirada imprescindible sobre la experiencia de UTAA, de la que  las marchas fueron momentos fundamentales. Dos trabajos biográficos hacen su aporte a nuestro tema. Samuel Blixen elaboró una riquísima biografía de Raúl Sendic donde abundan las referencias a la actividad de los cañeros que no puede pasarse por alto en un acercamiento a la historia no sólo de UTAA sino del Uruguay de los sesenta y setenta[12]. La experiencia de uno de los referentes de UTAA en el período que nos ocupa, Walter “El Cholo” González, aparece rememorada en el trabajo de la periodista María Esther Gilio que ha sido de interés para nuestro trabajo más allá del testimonio recogido por nosotros mismos del propio González.[13] El trabajo de Ruben Prieto además de aportar un recorrido histórico que vincula la experiencia de UTAA con el proceso del movimiento obrero uruguayo y su relación con diferentes organizaciones sociales, analiza esta experiencia sindical como posibilitadora de otras subjetividades en diálogo con elementos de la tradición libertaria.[14] Trabajos más recientes, como el de Gustavo Guerrero Palermo[15], hacen aportes significativos al conocimiento del proceso general y hacen mención de los espacios de formación entre los cañeros. En general la historia de UTAA ha sido enfocada como parte de los antecedentes de la historia del MLN-T lo que le imprime a veces un sesgo de anticipación de “algo” que debía necesariamente desarrollarse. Por eso una mención especial merece el trabajo de Silvina Merenson que en un registro propio de la indagación etnográfica enfocó la especificidad de los peludos y aprehendió los procesos de subjetivación del colectivo de trabajadores cañeros del norte uruguayo con una sensibilidad que se toca con nuestro propio trabajo[16].

El presente artículo está organizado en diferentes secciones, estando la primera dedicada a la descripción del escenario en el que se desarrolló la experiencia de UTAA: el noroeste del Uruguay en el encuentro de las fronteras del país con Brasil y Argentina, zona de desarrollo de la producción azucarera y de configuración de un particular entramado socio-económico. La segunda sección establece los supuestos de los que parte esta elaboración según los cuales las experiencias de organización y lucha constituyen al mismo tiempo, más allá de que lo expliciten o no los propios protagonistas, experiencias pedagógicas. Las siguientes secciones proponen el análisis de seis aspectos de la experiencia de UTAA: las marchas cañeras y descubrimiento del otro país, la dimensión formativa de la experiencia común, los espacios de formación explícitamente destinados a la formación de cuadros sindicales, los espacios de alfabetización impulsados desde UTAA, la participación de los niños en la actividad del sindicatos y el papel de los organizadores externos al escenario de los peludos pero no a su lucha. En las conclusiones se destacan elementos propios de los espacios de formación de la experiencia de UTAA valorándolos como parte de la historia aún en construcción de la articulación entre educación y organización popular en América Latina.

 

Por la tierra y con Sendic…!

En el departamento uruguayo de Artigas, lindante con Brasil, unas pocas empresas y particulares concentraban ya en los años cincuenta enormes extensiones dedicadas a la producción de caña de azúcar. La fuerza de trabajo en el proceso de corte estuvo constituida por trabajadores sometidos a terribles condiciones de vida y trabajo. La frontera norte del país ha sido una frontera porosa a través de la cual trabajadores uruguayos, brasileños y argentinos históricamente se trasladaron según los ritmos de la producción agrícola. Con el incremento de la producción azucarera en los años cuarenta la necesidad de fuerza de trabajo para las tareas de corte aumentó significativamente.[17]En Artigas, no lejos del pueblo de Bella Unión, la empresa de capital nacional CAINSA procesó su primera cosecha en 1951. El impacto de la Revolución Cubana en el mercado azucarero impulsó al capital norteamericano de la rama a radicarse en otros lugares de Latinoamérica. Fue así que la empresa American Factory compró CAINSA en 1961.[18]

Las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores cañeros, los peludos[19]eran lamentables: jornadas interminables, desconocimiento de licencias y vacaciones, retraso en los pagos, etc. Los cañeros y sus familias vivían en las condiciones más precarias refugiados en elementales aripucas[20]. Los conflictos acompañaron en desarrollo de la actividad azucarera. En 1954 y 1957 tuvieron lugar episodios en torno a reclamos salariales que se resolvieron favorablemente para los trabajadores. Sin embargo estos episodios desarticulados tuvieron consecuencias inmediatas y significaron despidos y listas negras para los trabajadores señalados como organizadores[21]. Estimulados por el trabajo organizativo de Raúl Sendic y a pesar de las difíciles condiciones impuestas por las patronales los cañeros de Artigas crearon el 14 de septiembre de 1961[22] la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas.

Parte fundamental de la historia de UTAA que conecta la experiencia de los cañeros con las luchas populares del Uruguay de la segunda mitad del siglo XX  fueron las marchas que los peludos protagonizaron para hacer oír sus reclamos en la capital entre 1962 y 1971. En cinco oportunidades la voz de los cañeros llegó hasta el centro del poder político  luego de un intenso recorrido por el país. En 1962 la primera marcha tuvo como objetivo presentar en el Congreso Nacional un anteproyecto de ley que garantizara a los trabajadores de la caña unas condiciones laborales y salariales mínimas. En 1964 la segunda se desarrolló bajo la consigna “Por la tierra y con Sendic” que retomarían las siguientes, en apoyo al dirigente por entonces ya en la clandestinidad luego de las primeras acciones del MLN. La marcha de 1965 tuvo ya un objetivo diferente: la expropiación y reparto de 30.000 hectáreas improductivas pertenecientes a Silva y Rosas. En 1968 cambió el itinerario de la marcha. Si las anteriores recorrieron las ciudades ribereñas del Uruguay y el Plata, esta lo hizo desde el norte del país para llevar la solidaridad de los cañeros a los compañeros detenidos en la cárcel de la ciudad de Rivera y para tomar contacto con los trabajadores del centro del país[23]. La marcha de 1971 retoma el circuito de las primeras recogiendo la adhesión popular en Paysandú y Fray Bentos. De una marcha a otra las consignas crecen en radicalidad y pasan del reclamo sobre condiciones de trabajo o salariales a la lucha por la reforma agraria en el marco de una transformación profunda de las estructuras del país.

La lucha de los cañeros trascendió el horizonte reivindicativo para impulsar en 1970 la creación del Movimiento Nacional de Lucha por la Tierra (MNLT), cuya declaración fundacional establecía la intención de construir un “instrumento para la obtención del poder por y para los trabajadores” en la convicción de que “mientras eso no se logre tampoco podrán las masas rurales obtener la transformación radical de las estructuras del campo”[24]

Para el espacio sindical uruguayo la experiencia de UTAA fue un punto de referencia importante. Estimuló el desarrollo de otros sindicatos rurales (los arroceros y aserradores de Artigas, los arroceros de Treinta y Tres) y estuvo directamente implicada en la fundación de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT), primero como espacio de encuentro de sindicatos combativos frente al creciente clima represivo de 1964[25] y luego como central obrera desde 1966. Formando parte de la Mesa Representativa de la CNT el sindicato cañero supo sostener su propia línea en tensión con la dirección orientada políticamente por el PC[26]. Esta tensión se expresó con claridad en las diferencias en torno a la conmemoración del 1° de mayo de 1968, coincidente con la tercera marcha “Por la Tierra y con Sendic”. Se produjo allí una disputa por el uso de la palabra de la cual UTAA quedó excluido por no haber declarado el número de cotizantes, tecnicismo que intentaba disimular la tensión entre el PC y el MLN.[27] En palabras de González Sierra la radicalidad del discurso cañero “desbordaba el marco organizativo e ideológico de la CNT, configurando una propuesta política que articulaba un movimiento de masas que estaba vinculado a una concepción del acceso al poder político promovida por la guerrilla urbana del MLN”[28]

 

La lucha que educa

La experiencia pedagógica de organizaciones campesinas y de trabajadores rurales en América Latina ha sido foco de interés de investigadores e investigadoras desde hace tiempo. El Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) de Brasil, sin duda uno de los más importantes entre los llamados movimientos sociales de Latinoamérica, ha sido objeto de estudio privilegiado. Sabemos que el MST ha incorporado una idea propia de la tradición de izquierda: organización educa en la lucha. No reduce la formación al trabajo en los espacios expresamente desarrollados para tal fin sino que piensa en términos de una pedagogía del Movimiento, síntesis de pedagogías en movimiento que se inscriben en el marco de la propia organización. En ese proceso social que implica el reconocimiento de los otros como sujetos, sus protagonistas se humanizan en el sentido de transformarse en sujetos de su propia historia individual y colectiva en el camino de la transformación del orden establecido.[29] Nuestro trabajo hace notar que décadas antes de que el MST sistematizara estas reflexiones otras organizaciones de trabajadores rurales en lucha por la tierra – como parte de un intento de avanzar hacia verdaderas y profundas transformaciones estructurales- recorrieron un camino que muestra evidentes puntos de contacto con otras experiencias de organización popular en el campo.

Entendemos que la dimensión pedagógica de la experiencia de UTAA se mueve en un doble sentido. Por un lado fue un proceso a lo largo del cual los cañeros fueron reconociéndose como compañeros en un sentido superador del hecho evidente de compartir la experiencia de la explotación. Los espacios de formación desplegados durante y más allá de las marchas abonaron ese reconocimiento. Por otro lado importantes sectores de la población impactados por la llegada de las marchas que recorrieron el país  fueron “educados” al descubrir un Uruguay que no conocían y que desafiaba el sentido común. La lucha de UTAA  invitó particularmente a sectores juveniles a desaprender una imagen del país largamente instalada y a involucrarse en su transformación.

 

El descubrimiento del otro país

Las marchas significaban más que trasladar el reclamo hasta la capital. Recorrieron diferentes puntos del interior del país concitando a su paso por ciudades y pueblos la adhesión de la población, organizaciones políticas y sindicales. Cada parada era ocasión para actos, reuniones y toda clase de actividades de difusión. Abrazados por la solidaridad de una multiplicidad de actores las marchas eran seguidas con hostilidad por las autoridades locales preocupadas por la influencia que los peludos pudieran significar. Probablemente lo más rico de estas experiencias haya sido el diálogo sin mediaciones que los cañeros establecían con una población que miraba incrédula la situación de los trabajadores rurales del norte. Las marchas cañeras fueron para los observadores del resto del país la oportunidad de conocer una realidad social inesperada y brutal, como propone Colacho Estévez, quien tuvo ocasión de acompañar la llegada de la primera marcha a Paysandú:

– ¿Era más pobre el pobre del norte que el pobre sanducero (natural de Paysandú)?

– ¡Ah! Era mucho más pobre…MUCHO más pobre…se veía fundamentalmente en la vestimenta. Era una pobreza mucho más manifiesta. El pobre de Paysandú, por ser un pobre…(piensa)…un individuo más urbano, si vos querés, conservaba ciertos hábitos mas o menos…la mejor pilchita para ir a una reunión…pero estos no. Estos te impresionaban. Yo creo que impactó a todo el mundo, no solo a mi ¿no? Después cuando las marchas…las siguientes marchas eso también se notaba. Saltaba a la vista. Era evidente.[30]

El reconocimiento de la realidad del norte rural implicaba al mismo tiempo el desafío de tomar posición para muchos hombres y mujeres, especialmente jóvenes, que descubrían otro país. El mundo de los cañeros y su especificidad de frontera agregaban elementos que hacían más impactante ese descubrimiento:

“(…) Y la OTRA cosa que impactaba era el lenguaje. Acá (se refiere a Artigas) se hablaba mucho portuñol ¿viste?…Entonces, digo, costaba un poco entenderlo. Pero…bueno, fue muy impactante y…ta’, ya quedé un poco con la espina ¿viste?[31]

El testimonio de Estévez corresponde a quien entonces era un joven estudiante que terminaría asumiendo como propia la lucha de UTAA. La recepción en Montevideo y el acompañamiento a los cañeros por parte de sindicatos, organizaciones sociales, políticas y la población de la capital significaba una verdadera conmoción que reproducía en mayor escala lo sucedido en cada punto del recorrido y que la prensa de alcance nacional no podía ignorar. El comité de apoyo, formado por militantes de sindicatos y organizaciones combativas, garantizaba la alimentación y alojamiento para los integrantes de la marcha al mismo tiempo que trabajaba en la elaboración de un programa de actividades de difusión. Los testimonios de quienes participaron recuerdan con profunda emoción el arribo de las marchas a la capital.

“La marcha de los cañeros cuando llegó a Montevideo yo creí que era no sé cuantos miles de personas porque todos…aplaudiendo ¿viste? Y veían la gente caminar con los pies encallados saliendo sangre y ¿viste? Las compañeras embarazadas, todas así…y la gente estaba…otros muchos lloraban ¿viste? De la emoción de ver que la gente estaba luchando por algo.”[32]

Es posible decir que muchos uruguayos aprendieron al paso de las marchas cañeras que el Uruguay era parte de Latinoamérica y que estaba atravesado por las mismas injusticias que los otros de la región. Largas décadas se había sostenido la idea de la excepcionalidad uruguaya. Según Islas y Frega: “Sobre el precepto de (la) excepcionalidad social y geográfica el país tendió a aislarse y desvincularse del resto de América. Lejos de los problemas raciales y sociales que enfrentaban los países más poblados, aquellos donde existían mayorías indígenas, o grandes diferencias sociales, el Uruguay resultaba ser, según la expresión corriente, ‘la Suiza de América’”[33] Desde la perspectiva de las autoras los intensos años sesenta fueron un momento de crisis de identidad que arrasó, no solo en Uruguay, con ciertas seguridades fuertemente arraigadas en el sentido común. Las marchas cañeras significaron, en ese marco y como parte de un proceso social y político más amplio, una invitación brutal a “desaprender” el país conocido para comenzar a aprender el real.

 

La experiencia compartida como espacio de formación

La experiencia de la UTAA no se desarrolló en el vacío. Fue protagonizada por hombres y mujeres atravesados por las múltiples dimensiones de la pobreza. Se trataba de una población fluctuante de trabajadores que se movía, arrastrando a sus familias,  al ritmo del trabajo agrícola. En un escenario marcado por la desocupación crónica las relaciones interpersonales se veían afectadas. El testimonio de los propios cañeros expresa sin ingenuidades la realidad sobre la que se desarrolló la experiencia de organización de los peludos:

-El mérito de Sendic fue juntar…fue juntar gente con todo tipo de virtudes y defectos. Y el peludo es muy trabajador. En general el peludo cuando va a cortar caña va y le da y le da. Pero también toma…timbea, le pega a la mujer, le pega al hijo…pero él juntó todo eso. El no miró los defectos. Juntó a todos en una reivindicación común. Y ahí sacó a muchos de esos defectos ¿no?

– ¿Y cómo le parece que salían esos compañeros de esos defectos?

– Y salían porque ya tenían otra actividad. Se abría la mente sobre otras cosas. El contacto con la gente organizada en Montevideo te hacía mucho bien. La gente andaba preocupada por otro tipo de cosas ¿no? Se hacían más compañero de las mujeres porque allá en Montevideo se entendía la militancia de la mujer como la de un hombre.

– ¿Esa nueva actitud al regreso se sostenía?

– ¡AH! ESO SI…en un grupo de gente se sostenía. No todos. Nunca la totalidad ¿viste?[34]

“¿Qué pasaba con la gente cuando volvían a Bella Unión?

– Y bueno. Toda la vida de allá seguía girando entorno al sindicato. El sindicato era todo. Mirá…por ejemplo. Una vuelta el Cholo se reía. El cholo entra en mi rancho y yo estaba con una pareja…un matrimonio que habían venido con las cosas de ellos a hacer la división. ‘Esto para mí, esto para acá’ porque no se habían podido poner de acuerdo.

– La división de bienes…

– La división de bienes, claro (risas)…Es decir, participaba en todo el sindicato ¿sabés? Como hoy sigue participando (…) ¿cómo volvían? Sin duda se producían cosas.”[35]

   La lucha compartida, la “reivindicación común”, abría un camino. En la lucha y, fundamentalmente, en el proceso de organización de esa lucha estaba el desafío de concretar esa posibilidad. El contacto con otra realidad (el mundo urbano) y con otras organizaciones fue posible en el marco de las marchas. Allí confluyen los cañeros con trabajadores urbanos y estudiantes teniendo “otra actividad” que “abría la mente” y donde “se entendía la militancia de la mujer como la de un hombre”. Se desarrollaba allí una praxis que transformaba la mirada de los individuos sobre sí mismos y sobre los que empezaban a ser entendidos como compañeros y compañeras.

Dentro y fuera de las marchas la experiencia del trabajo solidario tuvo una dimensión importante en el sindicato cañero. Así fue construido el Policlínico de UTAA (que sigue funcionando en Bella Unión en la actualidad) con la ayuda de la Comunidad del Sur[36] y grupos cristianos católicos y evangélicos[37]. Los peludos colaboraron a su vez en la construcción del comedor de la Comunidad del Sur en Montevideo[38]. Se organizaron grupos de trabajo en los que coincidieron trabajadores, cooperativistas y estudiantes. Sin que se nos escape que la vinculación política más directa del sindicato cañero fue con el MNL no podemos dejar de señalar que para Ruben Prieto esa y otras experiencias de intercambio donde el trabajo ocupaba siempre un lugar central, explican la incorporación de elementos del discurso libertario en declaraciones y comunicados de UTAA en los años setenta. En cualquier caso esas experiencias de articulación con otras organizaciones – intensas desde 1968 – se movían en sintonía con la del trabajo en equipos o comisiones, práctica instalada durante las marchas:

Y bueno…la organización de la marcha…había una comisión directiva. Había gente encargada de cocina, de despensa, de propaganda, organización, finanzas. Y también nosotros teníamos un grupo de madres y padres que se encargaban del…del cuidado y el trato con los gurises.”[39]

Sin sobredimensionar aspectos que en el campo de las organizaciones populares y de los trabajadores adquirieron un peso mayor en las décadas siguientes no es un dato menor en un universo cultural marcadamente patriarcal – el Uruguay rural de los años sesenta –la participación de hombres y mujeres en tareas tradicionalmente consideradas femeninas como la cocina o la atención de los niños.

Yo en mi comisión participé… Yo trabajaba, ayudaba en cocina. Después no…tenía muchos hijos yo.

–Ud. cocinaba en el campamento…

Ayudaba a los cocineros porque las ollas de fierro inmensas de grande eran. Las mujeres ayudaban a picar cebolla, la verdura…un día tocaba uno, un día tocaba a otro y se ayudaba a los compañeros.”[40]

Silvina Merenson ha señalado el carácter marcadamente individualista del sistema de trabajo en el que se inscribe la actividad de los peludos en la zafra, con una constante competencia entre trabajadores por llegar a las cuatro luchas[41] diarias de corte no sólo como meta productiva sino como demostración – frente al patrón y frente a los propios compañeros – de que el cañero es capaz de “darle y darle” sin desfallecer[42]. Sobre esa matriz individualista y montada sobre una idea de masculinidad asociada a la fuerza física las experiencias de trabajo colectivo y solidario fueron sin duda disruptivas. Es razonable suponer que el trabajo en las comisiones colaboró al desarrollo de la percepción de los otros, hombres y mujeres,  como compañeros y compañeras aunque no resulte sencillo hoy cuantificar su alcance.

Las marchas pasaron por momentos difíciles en su tránsito por distintos distritos del país. La hostilidad de las autoridades no era rara y sólo encontraba el límite de la movilización popular que pudiera generarse en cada parada.  Abundaron las situaciones en las que los cañeros debieron enfrentar a funcionarios, siempre incómodos de la llegada de los peludos a sus distritos, y poner el cuerpo a la represión. En la memoria de los protagonistas esos aparecen como momentos clave.

Fueron por Rivera

Fuimos, y apenas llegados, ya teníamos a toda la policía encima. ‘¿Quién es el responsable?’ preguntaba el comisario. ‘No, no hay responsables, responsables somos todos’, dijo el primer preguntado y todos los que siguieron. Los peludos, sin fallar uno respondían lo mismo… ‘Somos un gremio, tenemos un sindicato. Todo se resuelve por mayoría. Y lo que decidió la mayoría es que debemos hablar con la gente’…”[43]

Era una experiencia fantástica. Buena POR VARIAS COSAS. Primero la cohesión que tenía el grupo. Es decir, que logró en los enfrentamientos mismos con la policía que fueron muy duros…hay una compañera que está acá (…) que fue baleada en esa marcha, en la entrada del campamento…quedó renga para toda su vida.”[44]

En la construcción de lo común tuvo un peso significativo el hacer con otros en las circunstancias más dramáticas. Fueron justamente las situaciones más duras las que en mayor medida contribuyeron a forjar la identidad colectiva. Uno de los momentos más dolorosos se vivió con la muerte y el entierro de Lourdes Pintos (“La Lurdes”), fallecida en Treinta y Tres en el transcurso de la marcha de 1968.[45]

“- Pelamos con la Lourdes p’al hospital y a las seis de la tarde estaba muerta…tétanos fulminante…Bueno. La velamos a la Lourdes en medio de los pitangueros debajo del puente…fue una cosa conmovedora con todos los peludos haciendo guardia de honor…y al otro día le hicimos el entierro. Los milicos no nos dejaban pero ¡qué no nos van a dejar! De a dos en dos marchamos y…mirá…hasta los curas vinieron ¿sabés? Los curas, los maestros, todos. Fue un entierro que atravesamos todo Treinta y Tres con la Lourdes a pulso para enterrarla (…)”[46]

Lourdes Pintos fue una compañera muy querida que acompañó el proceso de UTAA desde sus comienzos. Todos los relatos de la muerte de Lourdes está siempre cargados de una enorme emotividad. Su primer hijo nació a poco de iniciada la primera marcha en 1962.

“– En un momento creo que la policía quiso pararlos

Si, quiso. Ahí nomás nos armamos de piedras y garrotes, clavamos acá el cajón y nos aprontamos para la guerra. No se animaron a atacar. Dieron marcha atrás…”[47]

Los relatos repiten la imagen de la “guardia de honor” que los peludos montaron bajo el puente del rio Olimar alrededor del modesto cajón[48] , la firme decisión de darle a la compañera un entierro decente y la indignación compartida por la población de Treinta y Tres frente al intento policial de impedir el paso del entierro. La lucha cañera comenzó a tener sus propios muertos ypeludos decidieron que el emprendimiento productivo a desarrollarse en el latifundio por cuya expropiación luchaban se llamaría Cooperativa Lurdes Pintos.

 

Asumiendo la propia voz

Las marchas eran oportunidad de hacer visible la lucha de UTAA y tomar la voz del colectivo, poner en palabras las condiciones de vida y de trabajo en el norte del país se transformó en responsabilidad compartida. La centralidad de las actividades de difusión planteó la necesidad de que los peludos fueran asumiendo roles nuevos y tomaran cada vez más la palabra:

Otra cosa, digo, cuando llegamos a Montevideo…había muchas actividades. Llamaban la atención, llamaban desde los medios de prensa. Es decir…lo que era la directiva del sindicato en dirección de la marcha p’atender toda esa demanda se veía desbordada ¿viste? Entonces empezaron a…es decir, la asamblea nombraba a cuatro o cinco compañeros a ver si iba alguno un poco más pulido, digamos…pero…iban seis, siete. Todos fueron…se destacaban en cómo habían asumido esa lucha, el tema de la tierra.”[49]

   El testimonio precedente es interesante porque muestra los mecanismos a partir de los cuales la palabra era tomada. Se combinaba la facilidad de palabra con el compromiso militante. Con posterioridad a las marchas la preparación de quienes debían llevar la voz de los peludos a los diferentes ámbitos se planteó como tarea sistemática. La práctica del sindicato apuntaba fuertemente a que los trabajadores fueran asumiendo su propia voz como parte de una concepción de organización y lucha:

(…) nosotros por ejemplo, cuando dábamos las luchas en las plantaciones…una cosa se da cuando la asamblea manda un delegado y el delegado va mandatado por la asamblea a hablar con el patrón. Otra cosa era traer el patrón al medio, ahí. Y nosotros que empezábamos ‘decime una cosa, vos Bandera ¿a vos te alcanza con lo que te paga el gringo?’. Y largaba uno y largaba otro y cuando te querés acordar estaba todo el mundo hablando y peleando por la cosa ¿entendés?

–¿Eso era en las plantaciones?

En las plantaciones tratábamos de imponer eso ¿entendés? (…) y ahí los peludos se van empezando a animar.”[50]

Lejos de la ingenuidad espontaneista aparece con claridad la necesidad de trabajar la participación colectiva que no puede darse por descontada, en este caso en relación a la asunción de la propia voz. La preparación de las marchas imponía la necesidad de discutir y elaborar el material de difusión. Era una tarea que podía llevar semanas y aún meses. El paso posterior era el de la preparación de quienes efectivamente harían oír la palabra de los cañeros:

“–Y después…una vez que teníamos bien claro a qué íbamos y todo, empezaba primero el tema de la preparación de los oradores. Hombres y mujeres. Y entonces empezaban las clases de oratoria ¿vos sabés? En un galpón grande que había. Y ahí hay experiencias a patadas (risas). Poníamos una tribuna y decíamos ‘bueno, hagan de cuenta que hay dos mil personas que nos van a escuchar’. Entonces cómo se empieza un discurso, cómo se desarrolla, como se remata”.[51]

Es posible ponderar el resultado de estos trabajos preparatorios a partir de la cantidad de compañeros y compañeras que asumieron la tarea en diferentes ámbitos en los que la voz de los cañeros se hizo escuchar:

“–Aprendían a hacer el discurso, se preparaban en temas. Y después…vencer el miedo arriba de la tribuna. Era otro problema. Y después la vocalización. Muchos son muy abrasilerados y eso (…) HEMOS SACADO CADA ORADORES. Vos no te imaginás! ¡El Cholo, Picón, la Chela, El Gallo! Mirá…LEVANTABAN LAS TRIBUNAS…Brillantes, capaces…”[52]   

No se trataba simplemente del aprendizaje de una técnica sino de un proceso de formación más profundo: el “Cholo” González (cuyo testimonio es citado en este trabajo) se transformó en un importante referente cañero y Alberto Picón fue elegido en febrero de 1965 secretario general de UTAA. Era parte de una tarea de formación de cuadros sindicales y políticos de extraordinaria importancia.

El papel de las mujeres en el proceso es particularmente interesante teniendo en cuenta la tradicional subordinación en el marco de la familia y el trabajo. El desafío de asumir responsabilidades nuevas tuvo sin duda un impacto especial en las que empezaban a ser, cada vez más, las compañeras. En 1963 dos mujeres de Bella Unión llevan la voz de las cañeras a la Primera Conferencia Nacional de Mujeres Trabajadoras: “Hilda Silva de Bonetti (‘seis hijos y otro para la semana que viene’) e Isabel Gómez Sánchez (‘cuatro hijos todos para que luchen por la patria junto a Sendic’)”[53].Es recordado el discurso de Chela Fontora, mencionada en el testimonio anterior, en el entierro en 1965 de un niño de tres meses muerto de desnutrición crónica cuando la segunda marcha Por la tierra y con Sendic pasó por Salto:

“Venimos a enterrar a una nueva víctima del latifundio. No es la primera que enterramos a todo lo largo de la república, desde Bella Unión a Montevideo. Seguramente no ha de ser la última, mientras permanezca en manos de una minoría de parásitos los destinos de tres millones de uruguayos (…) No debemos llorar por el compañerito Omar que aquí dejamos en esta tierra que todavía no es nuestra…”[54]

Aunque sería motivo de otra investigación sondear sobre qué marcos de referencia se configuró la experiencia de la población rural  que se incorporó a UTAA dentro de las nuevas coordenadas se volvía difícil reducir la muerte de un niño víctima de la pobreza a una fatalidad del destino o la expresión  de la insondable voluntad divina. Tenía su explicación en el marco de una estructura económico-social caracterizada por la explotación y la desigualdad. Lo denunciaba una mujer cañera.

 

Leer la palabra para leer el mundo

El trabajo de alfabetización de adultos es mencionado brevemente en la bibliografía aunque formó parte fundamental de la experiencia de formación de UTAA antes y durante las marchas. Los testimonios recuperan la importancia de la tarea asumida por el doctor Eliseo Porta.

 “¿Se hizo alguna actividad con los adultos que no sabían leer y escribir?

Si. Antes de salir a las marchas de acá…por lo general estaba un campamento ahí cerca del rio (Uruguay) y ahí había actividad todas las noches. Y ahí venían profesores…yo recuerdo uno, Eliseo Porta. Era uno que iba ahí al campamento a dar charlas que era profesor de historia… que era muy amigo del sindicato, iba a dar charla de historia. Y también había estudiantes de magisterio que venían a los peludos a enseñarle a leer y escribir.”[55]

Los testimonios repiten imágenes de un proceso de alfabetización que en nada se parece a la enseñanza de destrezas pretendidamente neutras. Al contrario el proceso que los testimonios recuerdan se inscribe en la mejor tradición de la educación popular latinoamericana: problematizadora, liberadora y profundamente vinculada a una perspectiva de organización para la transformación social profunda.

Hubo cursos de alfabetización donde participaban mayores y el que hacía los cursos de alfabetización era el doctor Eliseo Salvador Porta. Médico, muy buen escritor y un tipo formidable (…) aplicaba el método de Paulo Freire…este…por ejemplo la palabra ‘casa’ me acuerdo que mostraba fotografías. Escribía con mayúscula, con minúscula…con uno o con otro color ‘casa’,’casa’. Y mostraba casa que había ahí y entonces daba lugar a grandes discusiones ¿no es cierto? La de H. con todas las comodidades, algunas casas con piscina y todo…y después aparecían los ranchos miserables que los peludos los conocían. ‘Vi o rancho do velho Bandera ahí’, decían. Entonces POR QUÉ esa diferencia, POR QUÉ unos vivían así y otros así. POR QUÉ los patrones tenían buenas casas. Entonces a través de eso se educaba ¿no?”[56]

La lectura de la palabra aparece necesariamente ligada a una lectura del mundo que no hace, por este camino, más que dar sus primeros pasos[57]. La necesidad de colocar la propia lucha particular en una perspectiva general llevó al desarrollo de otros espacios de formación más complejos:

Incluso daba las clases sobre el imperialismo…entonces explicaba en forma muy sencilla cómo la plata queda acá pero cuando viene gente de afuera y se la lleva entonces se empieza a acumular allá ‘eso se llama imperialismo’ ¿no? Entonces la diferencia que había entre los explotadores de ahí, de Bella Unión (…) y los gringos de la CAINSA que habían venido, que habían invertido y que se llevaban el dinero para allá, que no lo reinvertían…ahora…él hacía ese trabajo.”[58]

Ese conocimiento del sentido común, ese saber propio de la experiencia que difícilmente es capaz de trascender los límites de lo evidente necesita ser tensionado y puesto en discusión con otros saberes que son los del educador. En este punto no deja de ser interesante recordar la perspectiva del mismo Paulo Freire sobre el trabajo del educador que se piensa involucrado en una propuesta pedagógica y política liberadora. Desde esta perspectiva el papel del educador es directivo[59] y apunta en un doble sentido. Por un lado se trata de ayudar al educando a completar ese comprensión de la realidad que el saber popular, producto de la experiencia, solo puede aprehender parcialmente. Por otra parte el trabajo del educador es direccionar el proceso de apropiación de los saberes de los cuales las clases dominadas están excluidas, entre tantas exclusiones.[60] Los cursos sobre temas específicos parecen caminar en esa dirección. El modo en que estos espacios de formación eran vividos por los compañeros y compañeras es un interrogante que difícilmente podemos responder aunque los testimonios ofrecen algunos elementos:

– ¿Y para la gente adulta que estaba en la marcha y que no había ido a la escuela?

–Había lectura, se comentaban lecturas sindicales, libros de historia y de cosas pa’ que la gente fuera conociendo. Principalmente los libros de historia de Artigas ¿viste?

–¿UD. participó de alguna de esas clases de historia en las marchas?

 –No. Yo no. A mí me gusta leer sola… (se ríe). Hace poquito estaba leyendo la historia de Artigas…pero me gusta leer tranquila ¿viste? Sin charla.

–¿Se acuerda que se hacía después de esas clases?

 –SI…muchos hacían preguntas. Porque la ignorancia era grande. Mucha gente no sabía que Artigas se había ido al Paraguay…después de eso hacían preguntas y claro…contestaban.[61]

Es interesante señalar que los entrevistados recuerdan antes que otra cosa las clases de historia y especialmente las referencias a Artigas. Figura sacralizada por la iconografía estatal, fue y sigue siendo al mismo tiempo incorporado en la simbología de buena parte de las fuerzas políticas del Uruguay. Apareció con fuerza en el discurso cañero, en sus comunicados, en sus banderas y carteles como precursor de una lucha por la tierra. En ese punto los peludos con su lucha no son otra cosa que continuadores del artiguismo radical.  No es casual, aunque la experiencia de UTAA no lo explique por sí sola, que la dictadura militar instalada en Uruguay en 1973 haya dispuesto una reinterpretación de Artigas: “…como fundador de la nacionalidad oriental, y como militar con el grado de General, excluyendo otras visiones del artiguismo ensayadas en la década anterior – en particular el Artigas revolucionario social- y que se reputaron como ‘antinacionales’”[62]

 

Los peluditos

Durante la marcha cañera de 1965 – la segunda bajo la consigna Por la tierra y con Sendic – los niños que acompañaron a sus padres y madres ocuparon la atención de la prensa cuando la policía de Fray Bentos, siguiendo órdenes superiores, pretendió sustraerlos e internarlos en dependencias del Consejo del Niño. El evidente intento de desalentar la movilización cañera con un recurso tan artero generó airadas protestas que le pusieron freno. El argumento oficial de que los niños abandonaban la escuela arrastrados por sus padres a las penurias del camino era insustancial. La realidad era que gracias a la solidaridad de los sindicatos y la población en general los niños disfrutaron en las marchas de condiciones incluso mejores que en Bella Unión. No solo estaba garantizada su alimentación sino que se procuró desarrollar con ellos actividades educativas:

(…) participé en la del ’64 y ’65…este…con los gurises se hacían … en cada parada de las marchas que a veces estaban una semana en algún pueblo…se hacían clases mas o menos formal con gente, con maestros y eso del lugar. Le daban clase a los gurises según el nivel que tuvieran…”[63]

La misma solidaridad popular que abrazó a los peludos cuando la policía intentó arrebatarles los gurises generó una estructura que les permite seguir educándolos. La colaboración de estudiantes y docentes que sumaron su trabajo en las diversas escalas del recorrido hasta la capital fue de enorme importancia para sostener la educación de los niños:

¿Y qué hacían con tantos chicos en la marcha?

Ah…iban siempre compañeras y venían mucha gente…maestras y cosas…y donde se quedaban, ahí tenían dando clase pa’ los niños, dibujo y cosas de la escuela pa’ que no se atrasaran la escuela cuando llegaran. Cuando llegamos al punto final de la marcha iban a la escuela… en el Cerro mismo. Después de allá venían con todos los cuadernos para ingresar en cada escuela que estaban los niños.

 –¿Iban teniendo clases en cada campamento?

 –CLARO…si, si…pa’ que no perdieran. Hubo marchas que se salió en marzo que ya estaba por empezar las clases. Y eso entonces para que no se atrase…       

–¿Aprendían más los chicos?

–Vos sabés que yo creo que sí. Los míos acá nunca repitieron. No sé si era que los niños capaz se encariñaban con las maestras que iban. Llegaban acá lo más bien con las maestras de ellos… acá con sus maestras” [64]

Al mismo tiempo la educación de los niños incluyó una dimensión muy particular que solo podía darse en el marco de la experiencia que estaban compartiendo con sus mayores:

Y los gurises…se juntaba toda la gurisada ahí y hacía sus manifestaciones (risas) con sus carteles…HACIAN SU PROPIOS CARTELES y cosas ¿viste? Y gritaban las mismas consignas…pero lindo ¿viste?”[65]

Los niños y los mayores aprendieron juntos la respuesta que desde el poder político intentó dársele a su reclamo. No eran simplemente niños sino niños cañeros: los peluditos.

Yo me acuerdo X. era maestra y decía: ‘los chiquilines de todas las clases, toda la escuela, juegan a lo que les imponen los chiquilines que venían de las marchas’ ¿Sabés cuál era el juego que habían inventado? La mitad de la escuela empezaba ‘UTAA, UTAA, por la tierra y con Sendic!’ y los otros hacían de milicos. ¡Ta! ¡Ta! Empezaban a darle (risas)[66]

Los gurises, tanto como muchos de sus mayores, descubrían la capital y un mundo urbano que tenía muy poco que ver con lo conocido. Con todo lo sorprendente que pudiera significar este descubrimiento el recuerdo más significativo al regresar al norte estaba vinculado a lo vivido en la marcha.

 

Los organizadores

Prieto señala que los referentes de UTAA emergieron en la misma dinámica de la lucha en la medida que se destacaban por su compromiso.[67] Estamos de acuerdo en esto y hemos aportado hasta aquí elementos que apoyan esta afirmación. Destacar la potencia de la construcción colectiva no debe significar desde nuestra perspectiva desconocer la importancia de las referencias individuales. En el caso de la experiencia de UTAA fue de enorme relevancia la figura de Raúl Sendic. Activo militante del Partido Socialista y organizador de sindicatos rurales en los distritos agrícolas de la costa del rio Uruguay  pasó de ser el abogado del sindicato a un símbolo de la lucha de los trabajadores de la caña y posteriormente principal dirigente tupamaro. Incluso cuando con el paso del tiempo se fue transformado en una de las principales figuras de la izquierda uruguaya en la memoria de los que lo conocieron y militaron a su lado él aparece siempre como uno de nosotros:

“–UD. lo conoció a Sendic…

SI…era una excelente persona. Era de hablar poco, tranquilo…te hablaba lo necesario. Si le hacían una pregunta él explicaba. Era una persona excelente. El escuchaba. En el 62’ todo el tiempo que estuvimos en Itacumbú nunca dijo ‘tienen que hacer esto’. Nunca…[68]

Era un peludo más. Un peludo que escuchaba. Escuchaba mucho. Tú llegabas a una reunión y no lo veías. Estaba en cualquier rincón escuchando. De pronto oías su voz ‘Ah, está Raúl’, decías…”[69]

La biografía escrita por Blixen y elaborada fundamentalmente a partir del testimonio de quienes lo conocieron tanto en la gestación de UTAA como en el MLN, confirma esta imagen. El liderazgo de Sendic fue a todas luces construido desde el diálogo con los cañeros. Lejos de aparecer como un profesional citadino o militante esclarecido dispuesto a iluminar a los peludos y decidir por ellos fue considerado entonces – y así es recordado décadas después – antes que nada  como alguien dispuesto a compartir la cotidianeidad y la lucha con los cañeros: era y es un compañero.[70]

Yo conocí a Sendic…Todo encarbonao. Cortando caña. El vino a mí, y le diré, yo le deposité toda mi confianza al principio.

¿Él estaba trabajando?

Como un peludo más…me dijo que había trabajado en remolacha, en las azucareras y que antes había sido estudiante. Y después habló que con un tablón de caña los gringos pagan toda la zafra y que el obrero tendría que organizarse. Recuerdo que dijo: ‘Todavía que las leyes las hacen ellos no las cumplen’…”[71]

Con la detención de referentes del MLN en 1964 en una acción de expropiación se abrió en sectores de izquierda un debate sobre la exposición “innecesaria” de cuadros dirigenciales[72]. Julio Marenales, histórico dirigente del MLN, nos ha señalado que ese episodio es ilustrativo de una concepción de la militancia en la que el dirigente debe estar dispuesto a asumir los mismos riesgos que cualquier militante. Una concepción que fue transmitida al propio MLN por la experiencia cañera[73].

  Desde ciertas perspectivas el trabajo organizativo de quienes aparecen como dirigentes llegados de otros ámbitos geográficos o sociales ha sido pensado como una suerte de intromisión de los de afuera. Esta valoración incluye llamativamente tanto informes policiales como análisis académicos o militantes de procesos de organización popular que ponen el centro en el colectivo. Nuestra mirada sobre la cuestión es diferente: creemos que ese trabajo del activismo, llegado tal vez desde afuera del espacio social en cuestión pero no desde afuera de la lucha, es central a la hora de sintetizar las lecturas de la realidad fundamentadas en el sentido común para superarlas.

La posibilidad de insertar la propia experiencia en un marco de referencia totalizador que le otorgue sentido es un paso fundamental para la elaboración de respuestas y sobre todo de acciones.[74] Es en esa puesta en perspectiva de la singularidad de una situación opresiva que aparece la posibilidad de trascender lo inmediato y evidente. La síntesis superadora se expresa en un lenguaje donde puede reconocerse a los organizadores. El espacio de la praxis social que aquí pensamos en términos de espacios de formación es también el espacio de diálogo entre ese sentido común y el aporte de los organizadores.

 

Conclusiones

Entendemos que este trabajo aporta un acercamiento a la singularidad de la experiencia de los trabajadores rurales del norte Uruguayo pero pensada como parte de una trama que sigue siendo necesario recomponer a partir de la investigación histórica sobre las experiencias de organización popular latinoamericanas y sus espacios de formación. Nos permitimos presentar algunas ideas a modo de conclusión provisional.

Entendemos que vale la pena profundizar la reflexión sobre sobre el papel de los activistas de afuera en los procesos de organización popular, a quienes nos resistimos a pensar como auxiliares más o menos prescindibles. Aún los procesos de construcción más “espontáneos” recogen tradiciones, lenguajes, modos de conceptualizar y de obrar que remiten al aporte de quienes según la bella expresión de Isabel Hernández eligen vivir “las razones de los oprimidos” como lo hicieron Raúl Sendic, el doctor Eliseo Porta o “Colacho” Estévez, entre otros.

Entendemos que desde el campo de la investigación comprometida con procesos de organización popular es de importancia el análisis de lo que hemos llamado aquí espacios de formación en la configuración de un nosotros. La vida de los peludos parece estar marcada por una doble experiencia colectiva. Por un lado la experiencia común de la explotación propia del trabajador golondrina. De la zafra del azúcar en Artigas al arroz en el sur de Brasil, de la remolacha en Paysandú a la fruta en el sur del país. Por otra parte estas vidas marcadas por el ritmo de una zafralidad que condiciona el conjunto de relaciones de los individuos pasan por una experiencia colectiva nueva, disruptiva y enriquecedora. Aparece entonces la posibilidad de pensar al otro como compañero, de replantearse la mirada sobre la mujer, de enmarcar la propia lucha en un proceso amplio de profundas transformaciones sociales y políticas.

Como señalamos en otro trabajo[75] una perspectiva marxista que parte del propio Marx entiende que existe una dimensión educativa en la praxis política y social.[76] Seguimos en este punto a Adolfo Sánchez Vázquez para quién la praxis es: “…la actividad práctica material, adecuada a fines que transforma el mundo natural y humano.”[77] El autor marca distinciones referidas a las diversas formas y niveles de la praxis. Sobre las formas distingue aquellas que apuntan a la transformación de lo humano (lo social, lo económico y lo político) de las que apuntan a la transformación de lo natural[78]. Distingue a su vez la praxis espontánea de la praxis reflexiva: “Para calificar de espontánea o reflexiva la praxis tenemos en cuenta el grado de conciencia que se tiene de la actividad práctica que se está desplegando”.[79]

Cada asamblea, cada acto público o mesa redonda en el que los cañeros relataban su experiencia y respondían preguntas, cada jornada de trabajo y reflexión con quienes comienzan a ser cada vez más claramente los compañeros puede ser pensada como un espacio de la praxis reflexiva e intencional. Siguiendo esta propuesta entendemos aquí que las marchas cañeras y otras instancias fueron verdaderos espacios de formación, fueron escuelas en el sentido que Paulo Freire asignó a la palabra en sus páginas más intensas: “Así, cualquiera que sea el lugar en que, tomando distancia del contexto concreto en que se lleva a cabo determinada práctica, ejercemos sobre la práctica una reflexión crítica, tenemos en él un contexto teórico, o sea una escuela, en el sentido radical que debe tener esta palabra”.[80]

Creemos finalmente haber aportado elementos para la discusión sobre las posibilidades de las organizaciones populares que definen impulsar sus propios espacios de formación. No hay recetas ni modelos preestablecidos – no podría haberlos – pero el conocimiento de procesos de lucha y organización popular del pasado puede nutrir las construcciones presentes y futuras.  El principio orientador según el cual el movimiento educa en la lucha debe ser reinventada a cada paso en función de realidades concretas y fluctuantes. Creemos firmemente en la necesidad de avanzar en el conocimiento de experiencias históricas que pueden enriquecer los actuales debates.

 

Bibliografía

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Sánchez Vázquez, Adolfo. Filosofía de la Praxis. México: Siglo XXI. 2003.

 

Entrevistas

 

Entrevista a Doña Eva, participante de las marchas. Bella Unión (Uruguay). 31/7/06.

Entrevista a Nicolás Estévez, dirigente de UTAA. Bella Unión (Uruguay). 31/7/06.

Entrevista a Walter González, dirigente de UTAA. Bella Unión (Uruguay). 1/8/06.

Entrevista a Washington Belletti, dirigente de UTAA. Montevideo (Uruguay). 11/2/08.

Entrevista a Juan Carlos Peré, miembro del MLN y militante sindical. Montevideo (Uruguay). 11/2/08.

 

 

[1] Este artículo es resultado de una investigación independiente del autor

[2] Argentino. Profesor y Licenciado en Historia (UBA). Magister en Educación (UBA). Doctorando en Historia (UBA).  Profesor Adjunto de los seminarios de investigación “Revolución, contrarrevolución y Educación en el Chile de la UP” (2018), “Revolución, Historiografía y Educación en Cuba desde 1959” (2020),  “Militancia y Educación en las Organizaciones Campesinas del Paraguay de Stroessner a Lugo”(2017), “Revolución, Contrarrevolución y educación en Chile. 1970-1990 (2021). Depto de Historia-FFyL-UBA. Autor de artículos sobre la articulación entre militancia y educación en los años ’60 y ’70 en Argentina, Uruguay y Paraguay. Correo electrónico: jpnardulli@hotmail.com. Registro ORCID 0000-0001-7690-7803. El artículo que se presenta corresponde a una investigación independiente.

[3] Puiggrós, Adriana, De Simón Rodríguez a Paulo Freire. Educación para la integración iberoamericana (Bogotá: Convenio Andrés Bello, 2005), 49.

[4] En este trabajo se utilizarán indistintamente las palabras “peludo” y “cañero”. La primera denominación es la más utilizada por los propios protagonistas del proceso analizado e incluso en la actualidad en Bella Unión, mientras que la segunda sería propia de los observadores externos.

[5] Agradecemos a quienes en su momento colaboraron con nuestra investigación. A Rolando Sasso, investigador  uruguayo; a Ruben Prieto, que nos facilitó su trabajo hoy agotado y de lectura imprescindible; a Juan Carlos Peré y Julio Marenales, por su interés en que se escriba la historia; a “Colacho” Estévez y los compañeros de UTAA con quienes compartimos en 2006 unas charlas sobre el pasado y el presente que reafirmaron nuestro compromiso con el trabajo de investigación y la militancia; a Walter González, Doña Eva y el “Flaco” Belletti, por la amable disposición a la hora de las entrevistas; a Javier Sosa, que me ayudó a conocer Bella Unión; a Mariana Bertollini, por su interés por todo lo que escribimos; a Raúl González . La generosidad de todos ellos hizo posible este trabajo.

[6] El clásico trabajo de Yamandú González Sierra es lectura indispensable para conocer ese proceso organizativo. González Sierra, Yamandú, Los olvidados de la tierra. Vida, organización y luchas de los sindicatos rurales, (Montevideo: Ed. NORDAN-Comunidad, 1994)

[7] Una primera presentación de nuestra investigación fue publicada en Juan Pablo Nardulli “La Lucha como Escuela en los Sesenta: la Experiencia de los Trabajadores Azucareros en el Norte Uruguayo” en Revista Encuentro de Saberes. Luchas Populares, Resistencias y Educación. Año III, N° 4, mayo 2014.

[8] Tomamos distancia de perspectivas que pretenden cumplida la tarea del historiador con la presentación de la voz de los protagonistas. Consideramos aquí a la historia oral como un conjunto de técnicas para la construcción de fuentes que, como cualquier tipo de fuente, requiere de nuestro análisis. Nos diferenciamos en este punto también de la perspectiva de la historia de vida sin menoscabo de los interesantes resultados de trabajos que en esta línea se han desarrollado. Las entrevistas fueron pensadas con criterio temático Hemos respetado escrupulosamente en el trabajo de desgrabación de las entrevistas la palabra de nuestros interlocutores y conservado en lo posible sus marcas de oralidad.Para la distinción entre la entrevista temática y la de historia de vida véase Graziella Altamirano. “Metodología y Práctica de la Entrevista” en Graciela de Garay (coord.) La historia con micrófono (México: Instituto Mora, 1999)

[9] Eleuterio Fernández Huidobro, Historia de los Tupamaros. Tomo II: El nacimiento (Montevideo, TAE, 1986)

[10] Yamandú González Sierra,  Los olvidados de la tierra…

[11]  Mauricio Rosencof, La rebelión de los cañeros (Montevideo: Ed. Fin de Siglo, 2000)

[12] Samuel Blixen. Sendic, (Bs. As.: De la Campana, 2004)

[13] María Esther Gilio, El Cholo González. Un cañero de Bella Unión (Montevideo: Ed. Trilce, 2004)

[14] Ruben G. Prieto, Por la tierra y por la libertad. Trabajadores rurales y proceso revolucionario: UTAA y el MNLT (Movimiento Nacional de Lucha por la Tierra), (Montevideo: Ed. NORDAN-Comunidad, 1986)

[15] Guerrero Palermo, Los orígenes del MLN en el Interior. El rol de Sendic (Montevideo: Fin de Siglo Ed. 2014)

[16] Silvina Merenson, Los Peludos. Cultura, política y Nación en los márgenes del Uruguay. (Bs. As.: Ed. Gorla, 2016)

[17] La empresa CAASA procesa en 1944 la primera gran cosecha a nivel nacional. Yamandú González Sierra, Los olvidados de la tierra., 175.

[18] Ibid, 176.

[19] Un valioso trabajo sobre de la identidad de los trabajadores cañeros como peludos es el ya mencionado de Silvina Merenson Los Peludos…

[20] Construcción a dos aguas elaborada con ramas y paja, sin paredes.

[21] Este apartado fue elaborado sobre datos aportados por González Sierra y Rosencof. González Sierra, Los olvidados de la tierra, Rosencof, La rebelión de los cañeros.

[22] Hay varias fechas de fundación mencionadas. Tomamos aquí la que propone González Sierra.

[23]  María Esther Gilio. El Cholo González, 60.

[24] “Documentos. El Encuentro Campesino” publicado en Marcha (3/4/1970) y citado González Sierra, Los olvidados de la tierra., 215.

[25] “Se endureció el clima político y social: en medio del conflicto en UTE en 1963 se aplicaron Medidas Prontas de Seguridad, también en 1965; en 1964 hubo rumores de Golpe de Estado…”  Porrini Beracochea, Rodolfo. “La Sociedad Movilizada” en Ana Frega et alt. Historia del Uruguay en el siglo XX (1890-2005) (Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2007), 295.

[26] La radicalidad de la posición de los cañeros en el marco de la CNT es registrada por González  Sierra a partir de la síntesis del Plenario de Asalariados Rurales de 1971.González Sierra, Los olvidados de la tierra., 68.

[27] González Sierra, Los olvidados de la tierra, 67. Gilio, El Cholo González, 66. Entrevista con Juan Carlos Peré, miembro del MLN y militante sindical. Montevideo (Uruguay). 11/2/08. Entrevista a Washington Belletti, dirigente de UTAA. Montevideo (Uruguay). 11/2/08.

[28] González Sierra,  Los olvidados de la tierra., 212.

[29] Estas pedagogías en movimiento incluyen entre otras una pedagogía de la lucha social, una pedagogía de la organización colectiva, una pedagogía del trabajo y la producción, etc. Cuaderno de educación Nº 9. Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra – Setor Educacao. Noviembre de 1999.

[30]Entrevista a Nicolás Estévez, dirigente de UTAA. Bella Unión (Uruguay). 31/7/06.

[31] Entrevista a Nicolás Estévez, dirigente de UTAA. Bella Unión (Uruguay). 31/7/06.

[32] Entrevista a Doña Eva, participante de las marchas. Bella Unión (Uruguay). 31/7/06.

[33] Ariadna Islas y Ana Frega “Identidades Uruguayas: del Mito de la Sociedad Homogénea al Reconocimiento de la Pluralidad” en Ana Frega et alt. Historia del Uruguay, 371.

[34] Entrevista a Walter González, dirigente de UTAA. Bella Unión (Uruguay). 1/8/06

[35] Entrevista a Washington Belletti, dirigente de UTAA. Montevideo (Uruguay). 11/2/08.

[36] La Comunidad del Sur es desde los años cincuenta  un “organismo comunitario de inspiración anarquista” con un importante trabajo cultural y social con el que UTAA mantuvo una estrecha colaboración. González Sierra, Yamandú. Los olvidados de la tierra, 213. Véase especialmente Ruben Prieto, Por la tierra y por la libertad.

[37] Una interesante caracterización de los grupos cristianos que sumaron en esa articulación puede encontrarse en Prieto, Por la tierra y por la libertad, 78.

[38] Señala Prieto que a partir de ello “…se llegó a un acuerdo por el que grupos de 3 ó 4 jóvenes cañeros realizaban una experiencia en la Comunidad del Sur, a los efectos de aprender formas de organización y conducta autogestionaria…”   con la intención de impulsar el intercambio y el mutuo aprendizaje. Prieto, Por la tierra y por la libertad, 96.

[39] Entrevista a Walter González, dirigente de UTAA. Bella Unión (Uruguay). 1/8/06

[40] Entrevista a Doña Eva, participante de las marchas. Bella Unión (Uruguay). 31/7/06.

[41] Una lucha equivale a 500 mts lineales de caña que pueden estar dispuestos en varios surcos. Merenson, Los Peludos, 54.

[42] “Los cortadores más respetados, dicen, son ‘los peludos de cuatro o cinco luchas diarias’ pero, según los mayores, ‘de esos casi no quedan’”. Merenson, Los Peludos, 56.

[43] Testimonio de Walter González sobre la marcha de 1968 en Gilio, María Esther. El Cholo González, 60.

[44] Entrevista a Nicolás Estévez, dirigente de UTAA. Bella Unión (Uruguay). 31/7/06

[45] El relato de la muerte de Lourdes Pintos aparece en Rosencof, La rebelión de los cañeros, 113 et alt.

[46] Entrevista a Washington Belletti, dirigente de UTAA. Montevideo (Uruguay). 11/2/08.

[47] Testimonio de Walter González sobre la marcha de 1968 en Gilio, El Cholo González, 62.

[48] La escena fue fotografiada y puede verse en la citada edición del libro de Rosencof.

[49] Entrevista a Nicolás Estévez, dirigente de UTAA. Bella Unión (Uruguay). 31/7/06

[50] Entrevista a Washington Belletti, dirigente de UTAA. Montevideo (Uruguay). 11/2/08

[51] Entrevista a Washington Belletti, dirigente de UTAA. Montevideo (Uruguay). 11/2/08

[52] Entrevista a Washington Belletti, dirigente de UTAA. Montevideo (Uruguay). 11/2/08

[53] González Sierra, Los olvidados de la tierra, 190.

[54] Publicado por el diario “Época” del 26 de febrero de 1965 y citado en González Sierra, Los olvidados de la tierra, 202.

[55] Entrevista a Walter González, dirigente de UTAA. Bella Unión (Uruguay). 1/8/06

[56] Entrevista a Washington Belletti, dirigente de UTAA. Montevideo (Uruguay). 11/2/08

[57] Véase Paulo Freire, Pedagogía de la esperanza. Un reencuentro con la Pedagogía del Oprimido (México: Siglo XXI, 1993), 100-130.

[58] Entrevista a Washington Belletti, dirigente de UTAA. Montevideo (Uruguay). 11/2/08

[59] El propio Freire debió desmentir la idea que le fuera atribuida, según la cual los límites entre educador y educando se desdibujan hasta desaparecer.

[60] Ver Paulo Freire et alt, Pedagogía: diálogo y conflicto  (Buenos Aires: Ed. Cinco, 1987), 126.

[61] Entrevista a Doña Eva, participante de las marchas. Bella Unión (Uruguay). 31/7/06

[62] Ariadna Islas y Ana Frega “Identidades Uruguayas: del Mito de la Sociedad Homogénea al Reconocimiento de la Pluralidad” en Ana Frega et alt. Historia del Uruguay, 377.

[63] Entrevista a Nicolás Estévez, dirigente de UTAA. Bella Unión (Uruguay). 31/7/06

[64] Entrevista a Doña Eva, participante de las marchas. Bella Unión (Uruguay). 31/7/06.

[65] Entrevista a Nicolás Estévez, dirigente de UTAA. Bella Unión (Uruguay). 31/7/06

[66] Entrevista a Washington Belletti, dirigente de UTAA. Montevideo (Uruguay). 11/2/08

[67] “Habría que destacar que en la medida en que el movimiento cobró entidad, el liderazgo se fue haciendo cada vez más plural y referido a distintos valores y funciones.” Prieto, Por la tierra y por la libertad., 118. Prieto introduce un matiz de desconfianza en las potencialidades de los liderazgos individuales y destaca la experiencia de UTAA como la de un colectivo que se reinventa a sí mismo en la lucha compartida.

[68] Entrevista a Doña Eva, participante de las marchas. Bella Unión (Uruguay). 31/7/06

[69] Testimonio de Walter González sobre la marcha de 1968 en Gilio, El Cholo González, 68.

[70] Sobre la vida y la actividad política de Raúl Sendic es fundamental la lectura de la biografía de Blixen que se cita en este trabajo.

[71] “UTAA: La Larga Marcha” Guillermo Chifflet. Marcha, 30 de abril de 1971, citado en González Sierra, Los olvidados de la tierra, 180.

[72] Julio Vique, Ataliva Castillo y Nelson Santana, conocidos dirigentes de UTAA, fueron detenidos el 11 de junio de 1964 al intentar el asalto a un banco en Montevideo. Vique explicará las razones:“Nosotros pretendimos hacer un asalto a un banco para poder dar de comer a nuestros hermanos de clase…porque los patrones de Artigas se habían dado el lujo de despedir un número no menor  de 700 obreros y luego hacer circular la famosa lista negra”citado en Rosencof, La rebelión de los cañeros, 55.

[73] Comunicación personal con Julio Marenales. Montevideo (Uruguay). 11/2/08.

[74] La labor de estos organizadores no se desarrolla en el vacío. Por el contrario, el sentido común al que hacemos referencia es, como dice Gramsci, un producto histórico: “(…) ¿puede la teoría moderna encontrarse en oposición con los sentimientos ‘espontáneos’ de las masas?  (espontáneos en el sentido de no debidos a una actividad educadora sistemática por parte de un grupo dirigente ya consciente, sino formados a través de la experiencia cotidiana iluminada por el sentido común, o sea, por la concepción tradicional popular del mundo cosa que muy pedestremente se llama instinto y no es sino una adquisición histórica también él, solo que primitiva y elemental). No puede estar en oposición: (…) tiene que ser posible una ‘reducción’ por así decirlo, recíproca, un paso de los unos a la otra y viceversa. “. Antonio Gramsci. Escritos Políticos (1917-1933) (México: Siglo XXI, 1998), 329.

[75] Juan Pablo Nardulli, Las organizaciones Campesinas del Paraguay. 1960-2005. De las Ligas Agrarias Cristianas a la Federación Nacional Campesina. (Tesis para optar por el título de Licenciado en Historia, FFyL-UBA, 2007)

[76] En la segunda Tesis sobre Feuerbach  dice Marx que: “La cuestión de saber si corresponde al pensamiento  humano una verdad objetiva no es una cuestión teórica, sino práctica. El hombre debe demostrar en la práctica la verdad, esto es, la realidad y el poder, la objetividad de su pensamiento. La discusión sobre la realidad o la no  realidad de un pensamiento que se aísla de la práctica es una cuestión puramente escolástica (…)”.Marx, Carlos. Tesis sobre Feuerbach en Rodolfo Mondolfo, Feuerbach y Marx, La dialéctica y el concepto marxista de la historia  (Bs. As.: Claridad. 2006), 21.

[77] Adolfo Sánchez Vázquez,  Filosofía de la Praxis (México: Siglo XXI. 2003), 281.

[78] Ibid, 277.

[79] Ibid, 353.

[80] Paulo Freire, Cartas a Guinea-Bissau. Apuntes de una experiencia pedagógica en proceso (México: Siglo XXI. 2004), 123.