Trenzar. Revista de Educación Popular, Pedagogía Crítica e Investigación Militante
Nº6, Año 3, abril – septiembre 2021: 145-151
Red Trenzar: Santiago de Chile
ISSN (online) 2452-4301

DOSSIER: RESEÑAS DE LA REVUELTA


 

Segundo borrador. A propósito del libro:  VV.AA., “18 de octubre: primer borrador.Reflexiones desde abajo para pensar nuestro mañana”

 

Colectivo Quimantú[1]

 

Recibido: 20 de abril de 2021 / Aceptado: 25 de abril de 2021

 

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La Revuelta en tiempos de Pandemia

 

“En Chile nació el neoliberalismo y acá morirá”

(Lienzo en Plaza Dignidad, Revuelta de Octubre)

 

Observado en el contexto del largo plazo, el 18 de octubre de 2019 en Chile representa un punto de ruptura en el sistema capitalista que construyó la dictadura. La crisis global del neoliberalismo logró mantenerse alejada más de una década respecto del resto del mundo. Por el contrario, a pesar de las ingentes pérdidas que significó para las AFP[2] dicha crisis, no hubo cambios significativos en el sistema previsional instaurado por José Piñera. A nivel internacional, la pandemia vino a intensificar la separación entre los modelos herederos de la escuela de Chicago (Chile, Brasil, el EEUU de Trump, por nombrar algunos) y las respuestas neo keynesianas, sustentadas en un mayor protagonismo estatal, protección social básica y reorganización de las relaciones capital-trabajo mediante impuestos y nuevas legislaciones. Por ello, llamaba profundamente la atención la situación chilena, donde desde el 2001 en adelante se comienzan a gestar nuevas organizaciones políticas, prácticas y luchas que superan el antiguo margen de las organizaciones de masas del siglo XX, como partidos o sindicatos, que no logran derrotar las bases del sistema dictatorial.

Esto sucede, pues a pesar de la derrota popular a la dictadura en el plebiscito de 1988, las élites de los partidos, que además eran dueñas de los sindicatos y otras organizaciones de carácter popular, traicionaron a sus propias bases, eliminando la mayor parte del programa original de la Concertación, en lo que posteriormente se conocería como Acuerdos de Transición. Estos acuerdos de carácter jurídico, ideológico y económico configuraron un bloque dominante con capacidades de sostener el sistema funcionando. Los vínculos instituidos hicieron posible el ciclo de súper acumulación de capital de la década de los 90, sustentados en la concesión de derecho, privatización de hecho, de los recursos naturales, puertos, pensiones, servicios básicos, y todo cuanto pudiera generar plusvalía. El proceso era simple, pues a cambio de escasos recursos era posible adueñarse, pagando bajos impuestos y, además, protegido por una trama burocrática que atravesaba los distintos poderes del Estado. La idea de “gobierno de los primos”, llegó a su culmine con Sebastián Piñera de presidente, mientras el ministro del interior era, precisamente, su primo Andrés Chadwick.

Es por ello, por lo que si bien el proceso de crisis evidenciado el 2019 tiene su correlato a nivel global, en tanto caída de las tasas de acumulación del capitalismo en su forma neoliberal, tiene connotaciones propias en nuestro país. Algunas de estas diferencias, que consideramos relevantes, en tanto permiten observar de un modo distinto a la reconfiguración ideológica que se ha venido operando desde el bloque dominante. Los centros de construcción ideológica del sistema (centros de estudio, universidades, think tanks, fundaciones, iglesias, entre otras) han tendido a sancionar la imagen dominante de lo sucedido el 18 de octubre como un estallido. Esta interpretación se sustenta en teorías como la de Niels Smelser, en palabras de Igor Goicovic[3], que piensan eventos como los del 18 de octubre y meses siguientes, como explosiones de descontento sin capacidad de articulación ni mantención en el tiempo ni capacidad de construir objetivos estratégicos. Por el contrario, como se verá en lo que aquí estamos proponiendo, pensamos que el proceso de revuelta no se ha detenido, sino que se volcó hacia donde se inició originalmente: a un encuentro en torno a las necesidades materiales, a las experiencias de encuentro sobre la base de la cotidianidad, de la confianza que se construye en el largo plazo. Por el contrario, las experiencias políticas sustentadas en el exitismo y la búsqueda de protagonismo a costa de la movilización se agotaron rápidamente y arrastraron consigo a sus embrionarias formas organizativas, enfrentadas a las contradicciones de las viejas prácticas patriarcales, muchas veces, directamente marcadas por el individualismo neoliberal, siempre.

En lo que sigue, compañer@s quimantuses[4] en el viaje de construcción de un mundo mejor, ponemos en común nuestra palabra, para que en conjunto con los aprendizajes y saberes de otros y otras, se vaya entretejiendo una trama de complicidades y sueños.

 

Crisis estructural del capitalismo y reestructuración política

Lo primero que llama la atención del modelo chileno es que hoy podemos ver la dilución de las características políticas existentes, ya que no solo hay un cuestionamiento hacia el poder, sino también hacia cómo nos organizamos y construimos una sociedad nueva.

Decir que la lucha social es nueva en Chile es desconocer las diversas resistencias al modelo neoliberal, desde abajo y a la izquierda que parten el mismo 11 de septiembre de 1973 y tienen un punto culminante (provisorio) el 18 de octubre de 2019. El semillero de organizaciones que le fueron poniendo energía a estas resistencias desde distintos espacios, más la lucha estudiantil, se fue fortaleciendo desde comienzos del siglo XXI con trabajos desde las bases. En todos estos años, junto al movimiento estudiantil, comienzan a hacerse oír distintas propuestas desde el país de los nadie, se visibilizan las luchas del pueblo mapuche, comienzan a surgir los conflictos con los procesos extractivistas y la organización de pequeñas comunidades contra gigantes de la minería y la energía. Se manifiestan tan claramente las desigualdades del modelo neoliberal que comienzan a multiplicarse las luchas contra los motores económicos del modelo de previsión, salud y educación.

Estas nuevas-viejas organizaciones van creando precedentes en el movimiento social con sus formas de organización, funcionamiento y modos de relacionarse con el poder: no hay líderes con quien negociar o cooptar. En línea con la apuesta que difundieron los zapatistas de que detrás de cada capucha podía estar cualquiera que sintiera la desigualdad y la rabia en la mejilla, sin querer dar la otra y donde la exigencia de “dignidad” fuera una consigna subversiva. Una nueva lógica antiburocrática, desconfiada de los partidos políticos que se acomodaron muy rápidamente a lo posible de acuerdo a la lógica de la transición, con énfasis en la cotidianidad y los vínculos materiales más sencillos, como la alimentación, la subsistencia.

Así, no resulta tan extraño el proceso de desafección en torno al transporte y la habitabilidad urbana, un proceso que venía evidenciándose desde los inicios del Transantiago, en 2007. Incluso, durante las protestas estudiantiles de 2011, un acontecimiento que los medios de comunicación llamaron la rebelión de las nanas, obligó a mejorar la frecuencia y el servicio de una línea alimentadora que llegaba a La Dehesa. Por eso, es comprensible que el grito: “Evadir, no pagar, otra forma de luchar”, fuera la consigna que simbolizó la semilla de la transformación que atravesó a este pueblo diverso, de colores migrantes y originarios, pero donde todos y todas se pudieron comprender como uno solo en las experiencias de abusos, maltratos y desprecios del poder gobernante. La consigna sintetiza esta capacidad de accionar en conjunto, evadiendo todas las formas de miseria que este modelo nos ha dejado en múltiples escalas: desde dejarnos morir en un sistema de salud indiferente, hasta la deshumanización y amargura que veníamos viviendo de sentirnos desconocidas y desconocidos. Una acumulación de rabia transversal como una red que une geografías y temporalidades.

 

Continuidades y Rupturas

Una de las principales rupturas que provocó la Revuelta dentro de las organizaciones populares, tienen que ver con la territorialización de las Asambleas. Esta búsqueda, por ejemplo, de vías no institucionales dentro del contexto de pandemia para abordar la crisis sanitaria y social, enfocando los esfuerzos en lo local, con un gran protagonismo de las mujeres que han sostenido la reproducción de la vida, superando el asistencialismo desde el abastecimiento alimenticio y el cuidado comunitario ha representado un salto hacia la madurez materialista de la organización popular. Las ollas comunes, las cooperativas de abastecimiento y las brigadas de salud, se han convertido en parte constitutiva de la supervivencia popular, pero también han profundizado líneas de desarrollo político que se encontraban constreñidas por las necesidades de la movilización callejera en el contexto de la revuelta. Este enfoque en la vida material provocó que las organizaciones se ocuparan en solventar las necesidades concretas, las cuales no tenían que ver con la Teoría Política, pero que fue desarrollando una politización en el proceso mismo.

La Revuelta se sostiene de esas otras orgas, asambleas territoriales, ollas comunes, etc. La continuidad que han tenido durante la Pandemia tiene que ver con esas formas de organización no con las del proceso político. La decadencia se dio en dichas organizaciones políticas que no tenían ningún sostén dentro de la cotidianidad, lo que las terminó diluyendo. Espacios y luchas que resisten son de la cotidianidad: redes de abastecimiento, cuidado de la niñez, ollas comunes, organizaciones populares y sus transformaciones en la Pandemia. También el uso creativo y activo de la solidaridad en grupos de Whatsapp, que han hecho sobrevivir a mucha gente cuando ha faltado comida, o cuando es necesario apoyo en el cuidado de l@s hij@s. El “apañe” como herramienta en estos momentos de crisis, la politización del proceso de compras privilegiando la solidaridad en desmedro de las grandes cadenas capitalistas de distribución, como los supermercados, o el modo como se han recuperado algunos espacios públicos para abrirlos a la comunidad. Todas, formas de organización que se consideraban menores, pero reúnen a mucha gente que tienen en común algo cotidiano, lo cual ha hecho subsistir el proceso político.

En paralelo, podemos evidenciar la continuidad de las estancadas lógicas de una forma de Poder Popular propia de los ‘70, presentes en nuestra región y en muchas organizaciones, lo que provocó que las grandes Coordinadoras no pudieran mantenerse en el tiempo. La persistencia en la construcción de orgánicas piramidales sustentadas en la búsqueda de cuotas de poder y de imposiciones políticas, con problemáticas internas no resueltas, y que mostraron su debilidad y falta de adaptabilidad, tuvo su caída por estas nuevas prácticas aprendidas en las últimas dos décadas. Cuando surgió la crítica feminista por los protagonismos machistas en muchas asambleas o por la tendencia a capturar/cooptar las diversidades de formas que existen en las organizaciones populares, o la molestia por la burocratización de los procesos internos, cambiando el foco hacia la Convención Constituyente y convirtiendo a algunas asambleas en comandos electorales, la vieja y nueva forma organizativa, partieron aguas. Otro aspecto que desgastó a algunas asambleas es que profundizaron lógicas asistencialistas, desarrollando las mismas prácticas que las municipalidades en la entrega gratuita de alimentos y cajas de alimentos.

Frente al vanguardismo o referente político social, se debe actualizar la concepción política que se ha venido tejiendo los últimos años: las diversidades deben ser respetadas en las asambleas, éstas no se deben abandonar para que las dirijan quienes aún persisten en formas políticas ya obsoletas, por no decir muertas. Volver otra vez al vanguardismo 50 años después, es una cosa muy dañina.

Por otro lado, la ilusión democrática nuevamente atrajo a una gran cantidad de personas, con el Acuerdo por la Paz y la salida institucional de la Convención Constituyente, pensado desde todos los defensores de la institucionalidad que actuaron como bloque, apuntando a la desmovilización y el aislamiento de la violencia político popular. La Revuelta apuntaba a cambiarlo todo, no era por el cambio constitucional, de hecho, una de las principales críticas tenía que ver con el sistema capitalista, con la desigualdad, impunidad y violencia diaria de la riqueza en la vida de trabajador@s, poblador@s, niñ@s, ancian@s, en fin, cualquiera que tuviera la desgracia de no ser parte de la casta que habita en las tres comunas. Por ello, el Partido del Orden se organizó rápidamente para darle un golpe brutal a las movilizaciones con el salvataje de la vía institucional, que significó la Convención Constituyente. Con esta acción, ellos demarcaron y desnivelaron la cancha democrática burguesa, evidenciando una vez más la elitización de los procesos democráticos levantados desde el capital. Una vieja consigna obrera decía que la democracia sin igualdad económica es sólo la dictadura del capital.

 

Del Covid-19 a nuevas formas de organización

En este período de Pandemia se han exacerbado las contradicciones, se hace evidente que las leyes se hacen para frenar la movilización de los y las de abajo y mantener a resguardo la institucionalidad, amparados por quienes, en algún momento, pensamos que estaban en nuestra vereda. Es así, como despachan en tiempo récord una ley antibarricadas y un acuerdo de paz que deja afuera lo que gritamos desde las calles, la asamblea constituyente. Ley de Seguridad del Estado por romper un torniquete, pero desabastecer medio país durante una pandemia es tratado como una justa demanda recibida en los palacios de gobierno. La acumulación de capital de los grandes empresarios ha aumentado considerablemente en este contexto de crisis y las paradojas son resultado de las grandes diferencias de clase.

En ese sentido, el gran tema a tratar son las territorialidades, ya que las dinámicas cambian dependiendo del espacio geográfico, temático, etario, y que son miradas que enriquecen el espacio de transformación en la medida que hablen todas las voces. La diversidad es una característica de la Revuelta y creemos que se debe profundizar y no tratar de unificar discursos, acelerar tiempos e imponer una predeterminada línea de acción, porque de eso ya hemos tenido bastante y no funciona.

Uno de los puntos fuertes de la movilización, y que impidió que decayera, es que no apostó por la personalización de la lucha, ni que alguna orgánica o referente imponga los modos y formas a seguir. Creemos que esto lo hacemos entre todos y todas, fortaleciendo la hoja de ruta, acompañando en los quehaceres que nosotros sabemos hacer, apañando con nuestra fortaleza, aprendiendo de nuestras debilidades. Es necesario cuidar los lazos y afianzar las pegas que apañan este mundo otro que soñamos, las redes de abastecimiento, los colectivos de arte, los comités de salud, las escuelas comunitarias. Ir copando el espacio con nuestras propuestas, ya que en política no hay vacío de poder, y si no ocupamos el espacio, las respuestas van a llegar de cualquier sector político.

Hoy en las cárceles están 2500 pres@s polític@s de la Revuelta, un número que no veíamos desde la dictadura. Y un Estado que dio carta blanca a las fuerzas represivas, que bajo la infracción del Código Sanitario, detiene a diestra y siniestra en las movilizaciones que siguen en territorio chileno. La violencia estatal que antes veíamos contra las Comunidades Mapuches hoy la vemos para proteger una estatua y evitar las manifestaciones en Dignidad y en cada punto donde sean convocadas, en donde la violencia político sexual, las torturas y amenazas de muerte a quienes han caído detenid@s han sido la constante del período.

A pesar del desgaste que la movilización popular experimentó cuando el Covid hizo su entrada al país, sigue existiendo una fuerza activa que puede sentirse cada viernes en el que se convirtió Plaza Dignidad, así como en las movilizaciones del 8 y 29 de Marzo y las convocatorias por el 10% de las AFP, que aunque se ven como una movilización de interés individual, no dejan de mostrar la rabia contra un gobierno que no tiene intención de dejar de beneficiar a los grandes empresarios a costa del común de los chilenos.

Pero también nos estamos acostumbrando a una virtualidad a la que le hacíamos el quite, si antes proponíamos tomarnos el espacio público, juntarnos y abrazarnos, con esa cuota de ternura necesaria de la que hablaba el Che, hoy el espacio organizativo también es la reunión por Zoom, los grupos de Whatsapp, y la protesta por Facebook o Instagram y, en ese contexto, nuestro sistema de seguridad debe estar más que alerta, con reglas claras para no estar vendiéndonos gratis.

 

La Constituyente como piedra de tope

La noche del 15 de noviembre se firma el Acuerdo por la Paz que buscaba dar una salida institucional a las permanentes movilizaciones que se suscitaron a partir del 18 de octubre de 2019, y que establecía el llamado a plebiscito para aprobar o rechazar un organismo constituyente. Si la lectura de este acuerdo era bajar las movilizaciones y lograr una salida pacífica a los grandes problemas que se venían arrastrando en el país durante más de 30 años, lo que lograron fue desviar la mirada a algo más controlable que el “Que se vayan todos” que se escuchaba claramente en la calle.

La convocatoria a la Convención Constituyente debilitó a las Asambleas Territoriales, muchos de sus participantes más activos se metieron de lleno al proceso que se instauró desde arriba, y cuyo horizonte está marcado por una sensación de que nos están metiendo el dedo en la boca. La posibilidad de que las cosas cambien a partir de una Nueva Constitución va haciéndose más pequeña en la medida que vemos cómo desde el duopolio marcan la línea con los mismos rostros que han aprovechado el sistema a concho. Ver entre los candidatos a constituyentes a Gonzalo Blumel (ministro del Interior en el período más cruento de la Revuelta), Marcela Cubilllos (la displicente ministra de Educación) o Clemente Pérez (director de Metro, famoso por decir “Cabros, esto no prendió” el 16 de octubre de 2019) no hacen más que acrecentar la gran desconfianza en un proceso que comenzó muy turbio.

¿Cuál es la capacidad de las fuerzas de oposición al sistema, de nuclear y articular fuerzas? El proceso ha visibilizado las grandes contradicciones que existen dentro de las organizaciones sociales: llamar a participar de un proceso que se instauró desde arriba o bajarse de las elecciones, sabiendo que no están las fuerzas para dar alternativas de transformación. Y el sistema lucha por sobrevivir, ante un presidente con menos del 6% de aprobación y los rostros de la Nueva Mayoría que le tiran salvavidas para llegar al final de su período, con gran experiencia en empujar leyes que desmovilizan y hacen perder el foco.

La diferencia con el fin de la dictadura de Pinochet es que ahora la gente no está dispuesta a irse tranquila a casa a esperar que la casta política tome las mejores decisiones, sabemos que no es así y que hay que tener un rol vigilante para desenmascarar al poder y exigirle que cumpla con su servicio público sin echarse mano al bolsillo. Y, tal vez en el círculo más militante que ha ganado adeptos desde la Revuelta de Octubre, que es necesario crear experiencias políticas colectivas, desde el manifestarse hasta la organización más compleja y coordinada.

Este escenario incluye que la constituyente va a estar “vigilada” porque ya se agotó la paciencia con la cocina entre cuatro paredes. Debe ser un espacio de debate y quienes sean parte de ella saliendo de espacios organizativos, se les va a exigir que den cuenta de las decisiones que se tomen. En el mejor de los escenarios, en la calle se va a pelear cada tema de la constituyente para que no nos vuelvan a pasar gato por liebre, con la inestabilidad y preocupación que el arriba observa la manifestación popular, en donde la persecución va a estar a la orden del día, y no faltará quienes, estando en nuestra vereda, apunten a los manifestantes como cómplices de la derecha o delincuentes.

Aun cuando el horizonte se ve confuso y hasta deprimente, seguimos creyendo que la Revuelta abre una oportunidad histórica de un cambio radical en Chile, que está en los y las de abajo desarrollarlo y en donde esa izquierda revolucionaria que ha estado presente en todos estos años le dé una vuelta al pensamiento crítico y se ponga de cabeza por abajo.

Es un camino difícil, pero al único que le encontramos sentido, reconstruyéndonos desde la experiencia, sabiéndonos diversos y con grandes ideas en común, pero que al llevarlas a la práctica nos empujan a discusiones y distanciamientos, y en donde las viejas estructuras aún nos molestan y no nos dejan caminar, pero tampoco desconocer el valor de quienes han entregado gran parte de su vida a darle cara al sistema de desastre en que estamos inmersos. Encontrar los equilibrios necesarios entre la organización, la lucha directa de autodefensa, la denuncia y la construcción de nuevas propuestas, en espacios intergeneracionales y en donde todos los temas tengan cabida, es la gran pega.

Y las asambleas debieran ser la herramienta, siempre y cuando no se intente cooptarlas y tirar la línea desde arriba. Más que grandes Coordinadoras verticales, precisamos de coordinaciones horizontales, la reproducción de la vida y la autodefensa se tejen desde abajo, desde el hacer pensando, aquella praxis tan enunciada pero nunca encaminada, pues lo que caracteriza este contexto es la incapacidad de los sectores organizados de mirar el largo plazo, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Para resolver esta falta creemos que es necesario profundizar y persistir en las prácticas que los distintos movimientos en lucha contra el capital han practicado por más de dos décadas en el actual ciclo: construir desde los afectos y el respeto, profundizar la democracia y salvaguardar en las asambleas la multiplicidad, aislando el individualismo de la política espectáculo, mediante el trabajo cotidiano desde lo más básico y con rotación de funciones entre todas y todos los integrantes.

 

 

[1]  Organización popular chilena, a cargo del proyecto Editorial Quimantú. Contacto: editorial@quimantu.cl

[2] Sistema Privado que administra los Fondos de Pensiones, instaurado durante la Dictadura por José Piñera.

[3] El 18 de octubre y el ejercicio de la violencia política popular. Entrevista a Igor Goicovic por Sergio Correa en El porteño 28/01/2021. En: https://elporteno.cl/igor-goicovic-el-18-de-octubre-y-el-ejercicio-de-la-violencia-politica-popular/

[4] De la Editorial Quimantú