Me preguntaron si yo podía convencer a alguien, hacer que pasara de votar de Kast a Boric, y la verdad es que no: mi grupo de amigos y gente cercana afortunadamente no comparte esos antivalores, algunos dirán que es una burbuja; yo le digo autocuidado. Sin embargo, lo que sí podía hacer es convencer a gente que no quiere ir a votar, que ha decidido excluirse de estas votaciones porque “no creo en el voto”, “hay que construir desde abajo” o porque “es un ejercicio de la élite, quien nos está marcando las pautas políticas”. No quiero burlarme de aquellos, ni ningunearlos; sólo decir que se me revuelve la guata cuando escucho y leo esas frases que, si bien las comparto, me parecen que se construyen de manera ahistóricas, que se han quedado en el dogma de no votar, arraigándose a una idea que no suscita discusión, ni la más mínima. Cuánto lo lamento. Cuánto lamento que este escenario no les haga doler el pecho, no sientan miedo de que las puedan violar, matar o cegar; cuánto lamento que el dogma de no votar sea más relevante que lo anterior.

¿Quién dijo que es más difícil hacer una barricada que ir a votar?, ¿quién definió las dificultades que se nos presentarían? Evidentemente que esta situación es compleja, para muchas de nosotras, muchas quienes no compartimos con el Frente Amplio varios de sus discursos, varias de sus acciones, incluso nos pueden “caer mal”, pero el acto político hoy día es otro. Se define si en un régimen presidencial, donde en paralelo se está construyendo una Constitución, se elige un candidato que logrará institucionalizar la violencia de género, la xenofobia, la homofobia, el racismo y la vulneración a los derechos humanos, u otro que nos permitirá (no sin dificultades) seguir presionando, politizando y construyendo desde las comunidades los derechos sociales que tanto nos ha costado conseguir.

El peligro no está en el voto: el peligro está en la construcción de una cotidianeidad que nos violente, que se gesten cada vez más espacios de silencio, de censura y autocensura, en el hogar, el liceo, el barrio o transporte público. Y no, no es lo mismo que en el plebiscito del 80, no es lo mismo que Frei contra Piñera en el año 2010: las condiciones sociales y políticas son diferentes.

A todes quienes se sienten con el derecho a no votar, les pido una relectura del hoy, de la actual política chilena; de que nuestro compromiso social y político no se termina, no se vende ni se “presta” a la clase política. Hoy se frena el avance contra el fascismo y si eso significa votar por quien alguna vez dije que “no iba a votar nunca”, lo tendré que hacer hoy. Lo hago porque quiero a todas las disidencias, mujeres, migrantes y niñes seguras construyendo desde el amor y la izquierda, como siempre ha sido.

 

Yanny Santa Cruz
Educadora popular. Doctora © en Historia.